George Bernard Shaw dijo que hay tres tipos de personas: las que hacen cosas, las que ven cómo se hacen las cosas y las que se preguntan qué ha ocurrido. Dar el salto de tener ideas a la acción, nos sitúa en el primer tipo de personas; sin embargo, no hacerlo es la forma habitual de autosabotaje de los otros dos tipos.
En la búsqueda de nuestros objetivos y logros, tendemos muchas veces a ponernos nosotros mismos trabas y barreras que dificultan o incluso impiden recorrer el camino que nos habíamos propuesto en un comienzo.
La mayoría de las personas no somos lo que somos porque así lo ha querido el destino, sino que tiene mucho que ver el que nosotros hayamos permitido que así fuera.
Más allá de las luces y sombras de la vida, muchas veces inevitables y fuera de nuestro control, las personas tenemos la capacidad de interpretar los hechos y sucesos de una u otra forma. En esa interpretación, construimos nuestro autoconcepto.
Para combatir el autosabotaje, tomar conciencia de nuestro diálogo interno, “el cómo nos hablamos a nosotros mismos”.
El autoconcepto se va desarrollando a lo largo de la vida a través de las creencias que hemos formado con las experiencias vividas, sobre todo en los primeros años.
Nuestro diálogo interno es el que llena de contenido a nuestras creencias, y a su vez, nuestras creencias son los pilares que sostienen el concepto que tenemos de nosotros mismos.
Si el diálogo interno se basa en la creencia de “no puedo”, posiblemente, hará que nos sintamos “congelados”, “estancados” para realizar determinadas acciones o tomar algunas decisiones.
Además, lo más dañino y peligroso de tener un autoconcepto distorsionado, es que de una manera u otra, intentaremos convencernos en demostrarnos que ese autoconcepto es cierto (por ejemplo, muchas veces los adolescentes toman la decisión: “dejo los estudios porque no valgo para estudiar”. Es difícil que lleguen a motivarse para hacer cualquier cosa con la que seguir estudiando, su autoconcepto puede impedirles que realicen un plan de estudios adecuado o que acudan a clases particulares de refuerzo).
Es fundamental para combatir el autosabotaje, tomar conciencia de nuestro diálogo interno, “el cómo nos hablamos a nosotros mismos”. En ocasiones, de una forma tan destructiva y/o culpabilizadora que nunca se nos ocurriría hacerlo así con un tercero.
En familia, con nuestros hijos, es bueno que hablemos de nuestras metas, de las caídas en el camino, pero también de los logros y lo que hemos aprendido.
En terapia, es una cuestión fundamental explorar y revisar nuestras creencias y como “nos las contamos”, viendo que mucho de lo que hemos interiorizado y se ha consolidado en la actualidad, viene con frecuencia de la infancia que hemos tenido (el hecho objetivo en sí, nuestra percepción, percepción de terceros y como nos hicieron sentir…), etc.
Por ejemplo, si en nuestra infancia y educación recibida, ha estado presente la sobreprotección, es muy probable que el miedo a la exploración también lo esté, y creamos que no vamos a poder lograr, iniciar, resolver, adaptarnos…
Con frecuencia, en terapia encontramos numerosos adolescentes con una sensación de desánimo que se dirigen a sí mismos con frases lapidarias. Cargan pesadas mochilas de “no puedo”, “para que lo voy a intentar, si nunca me sale nada bien…”. Pareciera que llega un momento en que es más sencillo o menos doloroso no intentarlo que no lograrlo.
En no pocas ocasiones, lograr el alta terapéutica supone mucho más allá de concluir un proceso. Muchos de nuestros jóvenes pacientes esbozan una enorme sonrisa siendo conscientes de que es la primera vez en su vida que finalizan por ellos mismos un proceso (ha habido una intención/meta, una estrategia/proceso y finalmente un logro). Esa sensación de éxito por sí mismos nunca la van a olvidar.
Para que haya un cambio en la persona, son esenciales los mensajes positivos que se de ante un nuevo reto. Algunos de los que pueden ayudarle, son del tipo:
- Será incómodo/difícil, pero cada vez menos.
- Mi camino y progreso no tiene un ritmo concreto, probablemente haya retrocesos.
- No busco que salga perfecto, me vale y agrada, que salga. Lo otro es un plus del que puedo prescindir.
- Probablemente no lo conseguiré en el primer intento.
- Lograr “X” va a requerir parte mía de esfuerzo y tiempo. No es fácil, pero tampoco imposible.
- Ya intentarlo es un logro por mi parte.
En familia, con nuestros hijos, es bueno que hablemos de nuestras metas, de las caídas en el camino, pero también de los logros y lo que hemos aprendido. Muchas veces solo ven el resultado y es esencial que conozcan el proceso.
En una sociedad donde mucho es inmediato y sin esfuerzo (desde que Alexa nos encienda las luces hasta programas de inteligencia artificial que nos redacten los trabajos del curso), es importante que desde bien pequeños, conozcan el esfuerzo, el logro, sacrificio y el tiempo que lleva las cosas.