Bullying, o ser víctima de acoso escolar por parte de los propios compañeros, no sólo puede desencadenar problemas emocionales sino también conductas desadaptadas. En algunos casos, las duras experiencias de aislamiento social, el rechazo por parte de los iguales y el bullying, conllevan una gran cantidad de emociones dolorosas y frustrantes que pueden desembocar en conductas abusivas contra los padres e incluso en conductas de acoso contra otros iguales. Paradójicamente, estas conductas de abuso contra los padres se convierten en un medio canalizador de los sentimientos de incapacidad e ira que la experiencia de ser víctimas de sus iguales les haya podido producir.
Es frecuente que las experiencias vividas como víctima de bullying, las agresiones y humillaciones, conlleven emociones como ira, debilidad, frustración, soledad, falta de valía personal, rabia o rencor. Dichas emociones, en esta etapa de cambio, crecimiento y desarrollo personal, son especialmente invalidantes.
Bullying en silencio
Muchos de estos menores han padecido bullying en silencio y sin apoyo, durante mucho tiempo, sin que nadie a su alrededor se percatase de ello; esto produce una experiencia de incomprensión, dolor, rabia y rencor que en muchos casos trasladan a su ámbito de seguridad: la familia.
Hoy en día el bullying no se da solamente dentro del centro escolar, no está tan delimitado, ya que el uso de la tecnología y las redes sociales hace que el acoso pueda darse las 24 horas del día (lo que derivaría en casos de ciberbullying). Tratemos de imaginar cómo puede sentirse un niño, un adolescente, que pasa el día en un lugar donde debería sentirse bien, protegido, seguro, y en lugar de ello lo que se encuentra son situaciones de acoso, amenazas, vejaciones o violencia; y que al llegar a casa está tan asustado, tan avergonzado, que no se siente capaz de contarlo, de pedir apoyo, de pedir ayuda. Y que además, en esas horas fuera del colegio, sigue recibiendo amenazas o insultos a través del móvil… ¿Cómo afrontaríamos todas esas emociones?
Son muchos los que, con el desarrollo físico propio de la adolescencia, sintiéndose más capacitados para ello, pasan de padecer a ejercer bullying. Los datos indican que muchos de los que han llegado a ejercer conductas violentas contra sus padres en el hogar no llegaron a hacerlo contra sus compañeros en el ámbito escolar. Parece que las experiencias abusivas, y la rabia y el dolor que producen, se trasladan más frecuentemente al hogar -que es el lugar en el que se sienten seguros- y contra sus progenitores -que son quienes más les quieren. Es decir, ahí donde sienten que van a ser amados incondicionalmente es donde son capaces de expresar abiertamente su dolor; sin embargo, lo hacen de una manera poco adaptativa, abusando de quienes no han sabido -o no han podido- ayudarles.
Una edad difícil
En esta difícil etapa que es la adolescencia, el paso entre la niñez y la vida adulta, es cuando muchos menores que han sufrido aislamiento social se unen a grupos de iguales conflictivos, buscando el reconocimiento y la aceptación. Cuando se tiene un bajo autoconcepto, una pobre autovaloración, se da una gran necesidad de cubrir el sentimiento de pertenencia, que se obtiene no tanto por quién se es sino por lo que uno es capaz de hacer para ser aceptado por dicho grupo.
Es con estos iguales conflictivos con quiénes suelen iniciarse en el consumo de drogas (legales o ilegales), que no solo no ayudan a resolver sus problemas o dificultades emocionales, sino todo lo contrato: los aumentan. Por ello, los menores consumen principalmente para evadirse, y este consumo potencia las dificultades en las relaciones con sus padres.
En algunas ocasiones, estos menores heridos se distancian de sus padres no solo porque, inconscientemente, les culpan por no haberles protegido cuando les necesitaron sino también porque el hecho de ser aceptados por un grupo de iguales prima sobre otras relaciones más sanas.
Relaciones con los hijos
Por todo ello, es importante que los padres establezcan relaciones cercanas con sus hijos, donde prime la buena comunicación, de manera que los hijos se sientan preparados para hablar con ellos de aquello que les preocupa. De esta manera, ante situaciones difíciles, podrán sentirse libres para buscar a sus padres, para compartir con ellos, sin sentirse juzgados ni censurados. Con ello, los padres podrán apoyarles, siendo conscientes de sus necesidades, y ayudarles en la medida de sus posibilidades.
Ante una posible situación de bullying aumentarán las probabilidades de que el hijo cuente con sus padres, pudiendo poner fin al acoso y minimizando las consecuencias emocionales que dicho acoso escolar pudiese provocarles.
Excelente artículo. Usa un tono que encuentro muy adecuado pues no es ni alarmista ni victimista. Explica claramente causas y consecuencias. Gracias
Me preocupo que creo que mi hijo sufre bulying porque no tiene muchos amigos y no le invitan a los cumpleaños y cada dia viene mas triste del colgio y no quiere ir y esta siempre enfadado con nosotros y nos grita y nos insulta. Voy a intentar hablar mas con el y ver si asi me lo cuenta y puedo ayudarle. Gracias.
Hola María, gracias por tu comentario. Efectivamente es bueno que puedas hablar con tu hijo, creando un clima de confianza. Si le cuesta hablar de ello, no le presiones, dale tiempo, hazle saber que estás a su disposición para cuando se encuentre preparado para hablar de ello. También es recomendable que pidas una tutoría y comentes con su tutor aquello que te preocupa, para que pueda estar pendiente de tu hijo y también para que te dé su opinión sobre cómo le ven en el colegio y cómo podéis actuar conjuntamente.
Hola Helena: Nos alegra que te haya gustado el artículo. Te agradecemos mucho el comentario. Un saludo