Cada vez oigo más esta palabra a mi alrededor, a mis pacientes en la consulta, a mis amigos, a mi familia… es que es “como un vacío aquí” …y señalan el estómago, que es nuestro segundo cerebro, el intuitivo, donde se alojan las emociones que ocultamos. Pero ante ese vació, que escuece al principio y duele después, miramos hacia otro lado y seguimos con nuestra vida dejando que se vaya agrandando.
Entonces cada vez ocupa más y más y se hace más molesto, y lo intentamos llenar con comida basura, alcohol, televisión o redes sociales, lo que sea, con tal de no mirar hacia allí. Y sigue creciendo y nos va absorbiendo hasta que desaparecemos dentro de él.
¿Por qué cuanto nos paramos a mirarnos y escucharnos? Que poco nos gusta el silencio, cualquier distracción es buena para no oírnos, pero pruébalo, para en silencio, observa que piensas y sientes, haz balance al final del día o escribe lo que te venga y poco a poco irás viendo qué tienes dentro de ti, qué no te gusta, qué te hace feliz, qué quiero cambiar qué debo regar para que florezca.
Y mírate, ponte enfrente de un espejo y mírate de verdad, y en esa mirada te reconocerás, no te olvides de ti, para, mira, escucha.
Es hora de frenar, parar, sentir, reconocer a nuestro niño herido y abrazarlo.
Porque si no nos miramos a nosotros, si no somos capaces de escucharnos ¿Cómo vamos a ser capaces de mirar al otro? ¿Cómo vamos a prestarle atención? Escuchar con el alma…
Nos escondemos de nosotros, nos disfrazamos para no ver nuestra esencia, nos tapamos con la almohada para no sentirnos, nos atiborramos para tapar nuestra boca, nos ponemos unos auriculares para no oírnos…
Es hora de frenar, parar, sentir, reconocer a nuestro niño herido y abrazarlo. Y sólo así podrás abrazar a tu hijo desde otro lugar, porque él también siente ese vacío, pero no le ayudamos a que lo cierre, le empujamos a que busque fuera algo con qué llenarlo porque ve en nosotros esa falta de escucha, de mirarle, de verle… y corre, huye hacia fuera a ver si allí encuentra la cura, y como nosotros, fuera no la encuentra.
Porque la cura siempre está dentro, deja de buscar fuera, mira en tu interior y verás cuántas cosas maravillosas hay dentro de ti
Porque la cura siempre está dentro, deja de buscar fuera, mira en tu interior y verás cuántas cosas maravillosas hay dentro de ti. Y ayuda a tu hijo en su búsqueda, que está en él, en reconocer sus emociones, en ponerle palabras, en poder sentirse seguro y valorado, en que no tenga que demostrar nada porque él lo vale todo, porque en casa está su lugar seguro y su refugio y siempre tiene quien le sostenga sin juzgarle…Y si no puedes hacerlo tú solo busca ayuda para que te acompañen en ese proceso y sean tu guía para aprender a relacionarte de otro modo, y que los lazos invisibles del amor que a veces se difuminan y se pierden recuperen el color y vuelvan a tejer ese nudo indivisible con él. Y en ayudarle a él te sanarás tú.