Erróneamente se piensa que existen emociones positivas y negativas. Esta última clasificación se atribuye a emociones como el miedo, la rabia o la tristeza. Dando la sensación de que hubiera que evitar tenerlas. Frases del tipo: «no tienes que tener miedo» o «no te enfades tanto, que no merece la pena» o «no estés triste».
Las emociones son indicadores, como una alarma que te ayuda a detectar los recursos personales disponibles para afrontar una determinada situación. Por ejemplo, el miedo surge en una situación potencialmente peligrosa, como sería atravesar un parque a medianoche. La alarma salta para que hagas valoración de qué recursos tienes si te encontrarás con algo o alguien indeseable. Entonces, tomas la decisión de si vas a proseguir ese camino o continuar por calles más iluminadas, aunque tuvieras que dar un rodeo. Por tanto, nos estamos protegiendo y no se trata de machacarnos por no ser lo suficientemente valientes como para atravesar ese parque. El que no tiene miedo no es valiente, sino inconsciente.
La tristeza parece que también tiene mala prensa y nos cuesta ver a personas tristes a nuestro alrededor.
La tristeza parece que también tiene mala prensa y nos cuesta ver a personas tristes a nuestro alrededor. Ya lo cantaba Joan Manuel Serrat: «es insufrible ver que lloras y yo no tengo nada que hacer.» La tristeza es necesaria para encajar procesos de despedidas, duelos, rupturas, cambios, pérdidas. Nos ayuda a soltar carga, a conectar con nosotros/as mismos/as y en muchas ocasiones, a valorar y distinguir las prioridades y necesidades de nuestra vida. Nos permite tomarnos un respiro, coger fuerzas y conservar energía para reintegrarnos y superar las pérdidas. También tiene una importante función protectora y de conexión con el/la otro/a.
La rabia es la emoción que moviliza más energía. El enfado te ayuda a definir lo que no quieres, lo que rechazas y muchas veces es la chispa para iniciar un cambio o una reivindicación. El problema de la rabia viene cuando tapa una emoción por debajo, ocultándola. La rabia es una emoción que generalmente no viene sola, a veces es fruto del miedo, poniéndonos contrafóbicos y en lugar de evitarlo o huir de lo temido, hacemos una búsqueda o exposición. En otras ocasiones, la rabia aparece tras una experiencia de frustración o impotencia. En algunos casos, lleva debajo la tristeza. Conozco pacientes, principalmente adolescentes, que parecen enfadados/as con el mundo y lo que están es profundamente tristes y desencantados/as. Será importante, por tanto, identificar la emoción que está por debajo del enfado.
No intentemos apagar el piloto de las emociones y dejémonos guiar por ellas.