“¿Has visto qué bien se porta tu hermano?” “Podrías sacar tan buenas notas como tu hermana.” “¿Cómo podéis ser tan diferentes si tenéis los mismos genes?”
Es imposible comparar a dos seres humanos, ya sean primos, hermanos o gemelos.
Durante la infancia cada individuo va desarrollando una manera de pensar, sentir y actuar que definirá su forma de ser. Ningún ser humano vive la misma vida, ni siquiera los hermanos. Por ello como padres, familiares, profesores, etc. se deben ajustar las expectativas y la manera de interactuar con cada uno en particular.
Cada ser humano es único e irrepetible y por tanto sus necesidades individuales también lo son. Como padres, profesores, familiares, entrenadores u otras personas que están en contacto con ellos, es preciso localizar, atender y
acompañar en estas necesidades a cada uno de ellos para obtener un completo desarrollo en todos los niveles.
Según la RAE, comparar se define como “analizar con atención una cosa o a una persona para establecer sus semejanzas o diferencias con otra”. Por esto, la comparación implica destacar a uno por encima del otro, dejando a este último en un lugar de inferioridad. Ambos casos opuestos pueden desencadenar consecuencias psicológicas desde la infancia. Estas, si no se atienden, continuarán durante la adolescencia y adultez.
A partir de las experiencias y de los aprendizajes en estas primeras etapas de la vida, los niños van adquiriendo creencias sobre sí mismos y sobe el mundo. Beck (1976) define este concepto de creencia como aquellas estructuras cognitivas que se desarrollan a través de las experiencias tempranas de cada individuo y de sus factores biológicos, ambientales y culturales.
Las creencias acaban conformando un marco de referencia que determina la forma de ser en el mundo y por tanto el modo de interactuar con los otros y valorar las situaciones, a sí mismo y a la sociedad. Estas estructuras, puestas
en marcha de forma no consciente, pueden ser reforzadas por la familia y la sociedad, lo que dificulta en mayor grado su modificación.
Estos aspectos ponen de manifiesto la importancia de atender a la manera de relacionarse con cada uno de los menores. Para ello, es necesario tener en cuenta sus necesidades individuales, propiciar la creación de un marco de
referencia sobre sí mismos que les permita desarrollarse de manera individual y una adecuada interacción con el resto. Si estos aspectos se ponen en marcha, especialmente con aquellos iguales más cercanos, sus hermanos, favorecerá el desarrollo de otras estructuras y aptitudes que se desarrollan en la propia interacción.