La inseguridad, mala compañera

Es tanta la inseguridad que presentan en muchas situaciones, que tienen una gran dificultad para escoger entre distintas opciones.Desde hace más de 10 años tengo la oportunidad de trabajar en Recurra Ginso, atendiendo a los progenitores desde el primer contacto que realizan con el Programa para solicitar información o pedir cita con algún profesional.

Como podrá entenderse, en la mayoría de las familias, el nerviosismo y la preocupación están muy presentes en las primeras llamadas y entrevistas que establecemos.

La mayoría, son familias que han realizado muchos esfuerzos por conseguir una buena convivencia y clima familiar. Han pasado por multitud de profesionales, han realizado cambios de todo tipo; pero la realidad por la que nos contactan, es que su hij@ presenta dificultades y sintomatología comportamental y/o emocional, y, generalmente, hay conflicto y desavenencias con los progenitores.

En muchos casos, los padres se muestran muy inseguros. Sienten que nada de lo que hacen, dicen o sienten está bien. Pareciera que no aciertan nunca y al preguntarles acerca de su criterio educativo, sienten un gran fracaso personal y mucha frustración.

Desde el primer momento, muchos de ellos, depositan una gran confianza y responsabilidad en el profesional, solicitando casi un “guión” o “recetario” acerca de como deben actuar en casa, que normas establecer y como dirigirse a su hij@. Es frecuente que realicen preguntas muy concretas del tipo: “¿le dejo ir este fin de semana con X personas?”, “¿crees que le debo cambiar de colegio?” (muchas veces en la primera entrevista cuando el conocimiento que tenemos del menor y su círculo es muy escaso).

Nuestra labor como terapeutas debe ir encaminada a que los progenitores ganen confianza en sí mismos y en los suyos.

Me parece importante señalar que los profesionales debemos atender esa necesidad de darles respuestas, y más en un momento de vulnerabilidad y estrés continuado en los últimos meses, o incluso años. Sin embargo, una vez, valoremos que los padres pueden “hacerse cargo”, debemos empoderarles, acompañándoles en la toma de decisiones y cederles a ellos todo el protagonismo.

Es esencial que vuelvan a confiar en ellos mismos, en su propio instinto, en sus capacidades y puedan guiarse por sus valores.

Es tanta la inseguridad que presentan en muchas situaciones, que tienen una gran dificultad para escoger entre distintas opciones o tomar decisiones; por lo que esas decisiones las toman los propios hijos o terceros (los abuelos, la pareja del progenitor, el padre de un amigo…), reforzando nuevamente una dinámica disfuncional en la familia que nada favorece a ninguno de los miembros y “empequeñeciendo” el espacio parental.

Una parte de nuestro trabajo terapéutico deberá consistir en ayudarles a asumir una parte del riesgo que conlleva decidir o establecer pautas familiares. Serán muchas las ocasiones, que sus hijos no estén de acuerdo con sus criterios. Muchas otras, en las que podrán verse cuestionados por familiares.

Es sabido que, en el ámbito de la crianza y educación, existe mucho juicio social alrededor del núcleo familiar. Pareciera que existe la total libertad de evaluar y expresar opiniones que muchas veces los padres no han pedido (ni ayudan), y sobre todo, un “dedo acusador” que les señala constantemente como culpables de una situación que a ojos ajenos, es fácil de resolver.

En el fenómeno de la violencia filioparental, encontramos padres con gran sentimiento de culpa, avergonzados y muchas veces aislados ya que no quieren (ni pueden) compartir con otras personas lo que les sucede, debido a ese señalamiento tan rígido.

Una parte de nuestro trabajo terapéutico deberá consistir en ayudarles a asumir una parte del riesgo que conlleva decidir o establecer pautas familiares.

En la actualidad, nos encontramos con teorías educativas y formas de proceder muy distintas a las de generaciones anteriores. Además, está la esclavitud de internet y redes sociales y una sociedad que ya no educa como comunidad.

A título personal, lo viví desde el momento del embarazo. Me llamó la atención que son tantas las aplicaciones móviles que te informan minuciosamente del desarrollo del feto, de los síntomas físicos y emocionales de la madre, de las mil opciones de parto… y posteriormente del nacimiento, del Máster que hay que hacer para elegir el carro, la cuna, tipo de lactancia… Nos inunda tanta información y opciones que pueden llegar a “ahogarte” y desconectar de lo prioritario.

Me da la sensación que se abona un terreno donde damos pie a una inseguridad profunda si nos salimos de lo estipulado o lo que ante un click leemos. Dejamos de ver las circunstancias personales, familiares y sociales de cada familia.

Volviendo al trabajo terapéutico, nuestra labor debe ir encaminada a que los progenitores ganen confianza en sí mismos y en los suyos. Será esencial asumir parte del riesgo, sabiendo que no hay seguridad absoluta de que algo va a funcionar (hay pautas muy útiles con uno de los hijos, pero no con otro). Es imposible (y muy perjudicial) controlar todos los factores y determinantes.

Nuestra labor debe ir encaminada a que los progenitores ganen confianza en sí mismos y en los suyos.

Muchas veces se cae en la hipervigilancia de las conductas del hij@ (observando al detalle cada paso que da), lo que genera distanciamiento por su parte, aparición de mentiras, excusas y desconfianza mutua. Será mucho más positivo, favorecer un clima de comunicación, fomentar la complicidad y “saber vivir en cierta incertidumbre”.

Importante atender a nuestros propios recursos y a los de los nuestros, contar con estrategias para afrontar situaciones conflictivas, valorar nuestra experiencia propia y reforzarnos con situaciones exitosas pasadas.

Por último, señalar que, a nivel social, también sería necesario un cambio. Volver a educar y que no se percibiera al otro, como una amenaza. Dar más facilidades y acompañamiento, no un juicio u opinión dañina.

Programa Recurra-Ginso

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Beatriz Urra González

Licenciada en Psicología Clínica por la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid. Máster en Terapia Familiar y Pareja Sistémica por ITAD. Máster en Evaluación Psicológico-Forense y Penitenciaria por el Colegio Cardenal Cisneros (Universidad Complutense). Ha trabajado 3 años en el Gabinete Psicopedagógico Marta Valcárcel con evaluación, diagnóstico y tratamiento en niños y adolescentes. Desde Febrero de 2012 trabaja como psicóloga en recURRA en intervención individual, pareja, familiar y grupal. Imparte clases en el Máster de Psicología General Sanitaria y de Evaluación Psicológico-Forense y Penitenciaria del Cardenal Cisneros.