Esta es una sociedad en gran medida ruidosa y acelerada. Precisamos tiempo, serenidad, soledad, para vivir la vida íntima, para encontrarnos con nosotros, para saber decir que no, a las demandas exteriores.
Esto que comento también es necesario en los niños, en los jóvenes, no se puede estar huyendo del aburrimiento y de la introspección.
Estar a solas pensando o leyendo, o escuchando música es esencial, relaja, tranquiliza, nos hace retornar a un espíritu de equilibrio.
Escuchamos demasiadas veces, no me da la vida, habremos de enseñar, de aprender a priorizar, a establecer un orden, de lo que entendemos esencial.
La vida íntima no exige irse a un monasterio, y tampoco es una invitación a ahondar en uno mismo, aislándose de los demás.
Precisamos de los otros, hemos de darnos a los otros, pero hemos de hacerlo desde la coherencia, la comprensión de nosotros mismos.
Sabemos que mentimos a los demás y en ocasiones nos autoengañamos, pero ya digo, precisamos un puente bien diseñado entre lo interior y lo exterior.
Estas fechas son muy proclives para ahondar en este consejo.