El perdón, es un acto de voluntad.
No restituye el pasado, pero edifica el futuro.
El ser humano, no siempre tiene capacidad para olvidar, pero sí desde luego, para perdonar.
A veces no se quiere perdonar por miedo a ser malinterpretado, a ser considerado un inocente, o lo que se dice en el argot castizo, “un membrillo”, pero perdonar es un signo de valía, de valentía, de autodominio, de esperanza, de optimismo.
Hay gente que muere sin haber pedido perdón a su hermano, o sin haberlo concedido. Resulta penoso.
Tampoco es fácil dejarse perdonar, porque hay veces que la persona desea que el otro esté en una posición desigual que deba el perdón. Y es que repito el ser humano a veces es de gran simplicidad y otras de una complejidad absurda.
También está la capacidad para perdonarse a uno mismo de aquello que se realizó, o no se llevó a efecto. Pues distinto es el sentimiento de error o de la mala acción con el cronificarlo, convertirlo en patológico y ser esclavo de una conducta, que hace tiempo aconteció.
A todos ustedes, a todos vosotros me dirijo para transmitiros que resulta muy bueno para la higiene mental el perdón.