Son muchas las preguntas que se formulan los progenitores en relación con sus adolescentes: ¿por qué mienten?, ¿por qué se encierran en sí mismos?, ¿por qué en ocasiones se muestran agresivos?, ¿serán acosadores, víctimas o testigos de acoso escolar?
Tenemos a hijos que agreden a sus padres, lo que se ha dado en llamar violencia filio-parental. Muchas veces no tienen obligaciones, no participan en ninguna actividad relacional, abandonan los estudios y son adolescentes muy duros emocionalmente, se disparan en psicopatía.
También hay un grupo de jóvenes que quieren demostrar y demostrarse su poder sobre la mujer, y quieren hacerlo en compañía y ante su grupo, deseando, además, mostrarlo a otros, y por eso emiten imágenes.
Incluso en ocasiones algunos jóvenes muy patológicos supervisan continuadamente a la chica, y quieren confundirla con que eso es un gesto de amor, y es que el 33% de nuestros jóvenes estima que los celos son una prueba inequívoca de amor, y el 11% de las víctimas de violencia de género son menores de dieciocho años.
La violencia de género es una violencia estructural, se da en todos los países del mundo; por cierto, España es de los países con menor tasa de violencia de género, lo cual no aminora el dolor por tan terrible injusticia.
El 33% de nuestros jóvenes estima que los celos son una prueba inequívoca de amor, y el 11% de las víctimas de violencia de género son menores de dieciocho años.
Se calcula que tres de cada cuatro jóvenes romperán con sus parejas, algo que ya acontece en gran medida a sus padres y que genera debates, choques judiciales y mucho estrés.
La prevención se llama correcta educación. Pues bien, antes de formar a los hijos, los adultos hemos de mantener un diálogo interno: ¿pensamos lo que sentimos? ¿Sentimos lo que pensamos? Ayudemos a los hijos a forjar buenos sentimientos, a dirigir la mente, a dominar las emociones.
Y es que los factores individuales, los familiares, los contextuales, los generacionales, todos ellos influyen en la intensidad o en la virulencia de esta etapa. No deberíamos hablar de adolescente problemático, sino de familia con problemas.
Existen padres inmaduros, algunos parecieran adolescentes —en ocasiones hasta en su forma de vestir, relacionarse y hablar—, que generan en sus descendientes un alto grado de neurosis, y desde luego no facilitan que las normas educativas se cumplan, se interioricen, se generalicen, dificultan el proceso de autonomía del hijo.
Asimismo debemos evitar intentar estar siempre seduciendo a los adolescentes o comprando su conducta dejándose chantajear. Tampoco deben de identificarse o buscar, como hemos dicho, parecerse a los adolescentes. Ni realizar comportamientos que son propios de ellos.
Compartimos que la sanción es parte de la educación. Que quien comete delitos, aunque sea adolescente, tiene derecho a ser castigado. Pero pocos se preguntan por la prevención, o lo que es igual, la educación, la correcta educación.
Si anticipamos que vamos a tener un problema, demos por hecho que lo tendremos, pues el adolescente entenderá que es lo que se espera de él.
Si anticipamos que vamos a tener un problema, demos por hecho que lo tendremos, pues el adolescente entenderá que es lo que se espera de él, alguien problemático, quejicoso, exigente y aún intratable.
Hay que educar en el amor, en el respeto, en aceptar un «no», en autodominarse. Debemos valorar el esfuerzo, el esfuerzo sobre todo continuado, la persistencia a largo plazo. Apoyar, dar elogios honestos pero moderados.
Expliquémosles a los niños, a los adolescentes, que a veces vivirán en pareja situaciones difíciles de prever y que alteran la estabilidad emocional, pero que nunca la violencia verbal, el menoscabo psíquico y la agresión física ha de tener cabida.
Se han de erradicar las discriminaciones sexistas que excluyen a las mujeres del poder y a los hombres de la sensibilidad.
Hemos de combatir la dureza emocional, que se previene llevando a los niños a hospitales infantiles para que vean a quién sufre y se duele. Para que se emocionen, para que gusten de ayudar. Y también a la abuela con demencia senil o al niño con discapacidad.
A veces, les damos tanto a los adolescentes que no les permitimos aportar, ayudar, donar, ser generosos. Y ya desde niños deben acostumbrarse a compartir, a regalar, desde un beso hasta un juguete suyo. ¡Cuánto más al llegar a la adolescencia!
Eduquemos con ilusión y sin culpabilidad, cuidándonos a nosotros mismos para cuidar al adolescente.



