La vida ha dado muchas vueltas, y no a velocidad noria si no a velocidad montaña rusa de última generación “Uncharted,”, giros frenéticos que nos desubican en el espacio-tiempo, y con aceleraciones repentinas que provocan un coctel hormonal y generan diferentes tipos se sensaciones, que unos interpretan como buenas, muy buenas, o incluso extraordinarias, pero que a veces se antojan con fatales consecuencias.
“El placer es felicidad de los locos, la felicidad es placer de los sabios.” (Jules Barbey d´Aurevilly)
El aumento de endorfinas provoca relajación muscular y bienestar, estas sustancias se segregan en el cerebro ante situaciones catalogadas como placenteras. Hoy en día entre nuestros jóvenes no hablamos por lo general de leer un buen libro, acampadas o risas en el parque…nos encontramos que sus intereses son:
Conductas sexuales de riesgo, consumo descontrolado de sustancias psicoactivas, peleas con altos niveles de agresividad, incluso con armas, exposición sin control en las redes sociales, no asunción de responsabilidades…
¿Qué buscan? o ¿De qué huyen?
Tienen al alcance la posibilidad de experiencias para las que no están preparados a nivel madurativo, y las experimentan, sin ver las consecuencias negativas, los riesgos, la repercusión futura.
Me asusta enormemente, y no me considero antigua, avanzo con las nuevas generaciones y siento que todo va muy deprisa, incluso para ellos, expertos en la premura.
Los actos e ideas suicidas y autolíticas aumentan, lo que hace pensar que nuestros jóvenes no son muy felices con ese modo de proceder, que el malestar no desaparece bajo esa capa de adrenalina y endorfinas que emborrachan al cerebro durante un rato, que cada vez hace falta más para sentir lo mismo, hasta que se deja de sentir lo aparentemente bueno y sólo queda lo real, sin enmascarar, sin trampa ni cartón, y a veces se les hace más duro que el recuerdo.
Hay una explicación, y está dentro de nosotros, en nuestros neurotransmisores y cómo los “alimentamos” equivocadamente. En la visión sociocultural actual, y a lo que nos invita.
Los actos e ideas suicidas y autolíticas aumentan, lo que hace pensar que nuestros jóvenes no son muy felices
Voy a explicarlo sencillo gracias al Dr. Robert Lustig. Distingamos el placer de la felicidad. El primero a corto plazo, instantáneo y generado entre otros por la dopamina, la cual funciona estimulando a la neurona cercana, lo que puede provocar sobreestimulación, y en exceso, muerte neuronal, por lo que la neurona estimulada se defiende disminuyendo el número de receptores para mitigar el daño, esto se denomina regulación a la baja.
Por ello, cada vez necesitamos más estimulación para sentir los mismos efectos placenteros (tolerancia).
Sin embargo, la felicidad, una sensación más a largo plazo, no adictiva, es regulada por la serotonina, la cual, en vez de estimular, inhibe a su receptor para dar satisfacción, provocando sensación de calma y bien estar.
Según esto, podríamos decir que la dopamina, y su búsqueda de placer instantáneo, reduce la secreción de serotonina, que promueve la sensación de felicidad a más largo plazo.
Esta errónea vinculación placer = felicidad, genera muchas adicciones enmascaradas: a las compras compulsivas, al juego, a las sustancias psicoactivas, a las relaciones sexuales indiscriminadas y con riesgo, a las TICS…todo ello, como hemos dicho al inicio, muy característico del proceder de nuestros adolescentes, y tal vez, cada vez más de los adultos, lo cual lleva a interferir en el funcionamiento normal de nuestra vida y en nuestra sensación de felicidad tan necesaria para hacer frente al día a día y sus dificultades.
¿Qué podemos ofrecer a nuestros jóvenes para que llenen sus vidas, para que se sientan plenos, seguros de sí mismos?
La educación en el hogar una vez más, es indispensables para trasmitir valores en pro a la verdadera felicidad, una reflexión sobre lo que yo hago y lo que quiero potenciar en mis hijos/as, una toma de responsabilidad ante lo que pasa y hacen nuestros hijos/as. Todo ello básico para alimentar no sólo la búsqueda del placer, si no ser más ambiciosos e inconformistas con nuestras posibilidades para ser más ampliamente felices y sentirnos satisfechos con nosotros/as mismos/as, sin depender sólo de lo que nos aportan estímulos externos.
“No confundáis el placer con la felicidad. No se distingue a veces…Unos encuentran sólo placer en lo que les da su propia felicidad, y otros no ponen su felicidad más que en su placer.” (Franz Liszt)