La vuelta al cole no es solo cuestión de mochilas nuevas, libros forrados y horarios por reorganizar. Septiembre también supone cambios emocionales importantes, especialmente para niños, niñas y adolescentes. Para muchos, reencontrarse con su grupo, recuperar rutinas y estrenar etapa resulta ilusionante; para otros, sin embargo, puede ser fuente de nervios, dudas o resistencia.
Preparar el terreno emocional es tan necesario como comprar el material escolar. Desde RECURRA GINSO defendemos que el bienestar emocional también se entrena, se acompaña y se fortalece, sobre todo en momentos de transición como este.
Una buena forma de empezar es hablar del nuevo curso con naturalidad, sin convertirlo en un tema tabú ni tampoco en algo exagerado. A veces basta con lanzar una pregunta sencilla: “¿Qué te apetece este año?”, o compartir algún recuerdo propio de cuando volvíamos a clase. El objetivo no es forzar la conversación, sino abrir un espacio de conexión, donde sus emociones puedan circular sin juicio.
Otra herramienta útil es anticipar lo que va a ocurrir. Los cambios generan ansiedad, y reducir la incertidumbre es clave para la seguridad emocional. Pasear por los alrededores del colegio unos días antes, revisar juntos el horario o incluso preparar la mochila de forma compartida puede marcar una gran diferencia.
Los cambios generan ansiedad, y reducir la incertidumbre es clave para la seguridad emocional.
También conviene recuperar poco a poco las rutinas de sueño, alimentación y organización, sin imponerlas de un día para otro. Cuanto más progresiva sea la transición del verano al curso escolar, más fácil será para su cuerpo y su mente adaptarse.
Y cuando aparezcan emociones incómodas —que aparecerán—, lo importante es validarlas sin dramatizarlas. Escuchar un “no quiero volver al cole” o notar que están más irritables no significa que haya un problema grave, sino que necesitan tiempo y acompañamiento. Decir “entiendo que estés nervioso” o “es normal que cueste un poco al principio” puede ser más eficaz que cualquier sermón.
Otro gesto muy poderoso es darles pequeñas parcelas de decisión: elegir juntos la merienda, dejarles preparar su ropa para el primer día o decidir cómo organizar su escritorio. No pueden controlar todo lo que vendrá, pero sentirse parte activa de ese comienzo les ayuda a ganar confianza.
Hay que mostrar confianza en su capacidad para adaptarse.
El mensaje que transmitamos también importa. No se trata de prometer que todo saldrá bien, sino de mostrar confianza en su capacidad para adaptarse. Frases como “seguro que habrá cosas difíciles, pero tú sabes cómo afrontarlas” o “si algo te preocupa, lo hablamos” son semillas de autonomía emocional.
Y por último, aunque no digan nada, estemos cerca. Algunas emociones no se expresan con palabras, sino con actitudes. Detectar esos cambios, respetar sus tiempos y ofrecer disponibilidad sincera (sin invadir) es, muchas veces, el mayor regalo emocional que podemos hacerles.
Porque educar también es esto: enseñar que los cambios no son enemigos, sino oportunidades para crecer. Y que no hace falta tenerlo todo bajo control para empezar bien… solo sentirse acompañado.



