El verano es una oportunidad valiosa para que niñas, niños y adolescentes desconecten del ritmo escolar y conecten con algo igual de importante: su bienestar emocional. Con más tiempo libre, más espacios de encuentro familiar y menos obligaciones, estos meses se convierten en el escenario perfecto para fomentar la salud mental desde lo cotidiano.
En RECURRA GINSO defendemos que el cuidado emocional no requiere grandes discursos, sino acciones pequeñas, coherentes y sostenidas. Por eso, te proponemos una serie de actividades que pueden ayudarte a reforzar la estabilidad emocional de tus hijos e hijas durante el verano.
-
Tiempo compartido, sin prisas
Dedicar tiempo de calidad es regalar presencia. Pasear sin rumbo, cocinar juntos, leer un cuento en voz alta o simplemente conversar sin reloj puede convertirse en un refugio emocional. Lo importante no es lo que se hace, sino cómo se hace: sin pantallas, sin interrupciones, con atención plena.
-
Actividades al aire libre
El contacto con la naturaleza tiene un impacto directo en el estado de ánimo. Salir a caminar, explorar un bosque, hacer un picnic en el parque o incluso mirar las estrellas son experiencias que favorecen la autorregulación emocional y reducen los niveles de estrés infantil.
-
Juego libre: la vía natural del equilibrio
El juego espontáneo y no dirigido es una necesidad para el desarrollo emocional. A través del juego, niñas y niños expresan emociones, canalizan tensiones, desarrollan empatía y aprenden a resolver conflictos. Dejar que jueguen, sin pretender controlar cada paso, también es educar.
-
Diálogos emocionales cotidianos
Aprovechar los momentos del día para poner nombre a las emociones fortalece la inteligencia emocional. Puedes hacerlo al terminar una actividad (“¿Qué ha sido lo que más te ha gustado hoy?”), o cuando aparece una dificultad (“Parece que estás frustrado, ¿quieres hablarlo?”).
-
Talleres, campamentos y actividades con intención
Existen opciones de ocio educativo con enfoque emocional, desde talleres de arte o música, hasta campamentos donde se trabaja la convivencia, la cooperación o el respeto a la diversidad. Elegir actividades con valores es sembrar bienestar futuro.
-
Rutinas flexibles, pero presentes
Aunque el verano relaje los horarios, mantener cierta estructura diaria ayuda a la seguridad emocional. Saber cuándo se come, se descansa o se vuelve a casa, permite a niñas y niños anticipar y regular su conducta, algo clave para la estabilidad.
-
Espacios de expresión creativa
Dibujar, escribir, bailar o tocar un instrumento son medios naturales para canalizar emociones. No se trata de talento, sino de permitir que los sentimientos encuentren salida. Valorar el proceso por encima del resultado refuerza la autoestima.
Cuidar lo emocional también es disfrutar. El bienestar emocional no está reñido con la diversión. Al contrario: disfrutar juntos, reír, compartir experiencias significativas y crear recuerdos felices es una de las formas más potentes de cuidar la salud mental de la infancia. Como adultos, podemos acompañar desde la escucha, el ejemplo y el cariño.
Este verano, más que llenar la agenda de actividades, propongámonos llenar el corazón de momentos valiosos.



