Estableciendo vínculo con los niños adoptados
En los primeros días de nuestra vida empezamos a establecer vínculo con los de alrededor, fundamentalmente con nuestros cuidadores principales, que suelen ser nuestros padres.
En el caso de los niños adoptados, esto no suele suceder así. Muchas veces son separados de sus familias de origen por no poder darles el sustento necesario para su desarrollo, y pasan a ser criados por otras personas o son institucionalizados.
Por otro lado, de establecerse, los vínculos con los progenitores biológicos son inestables e inseguros. Esas primeras experiencias hacen que la forma de vincular con el mundo exterior se haga de manera diferente a cuando hay unas relaciones con adultos estables y seguras.
Una mochila de origen
Nos encontramos entonces ante un menor que cuando llega a su nueva familia adoptiva, no empieza de cero; lleva lo que metafóricamente llamamos una “mochila”; en ella entran todas estas experiencias que ha ido viviendo desde su nacimiento. Dentro de esta “mochila” nos podemos encontrar con la pérdida de sus referentes vinculares primarios. Es decir, las primeras personas con las que establecieron un vínculo, fuera funcional o no, con experiencias negligentes hacia ellos mismos o en su entorno; y también otros aspectos relevantes que pueden influir en su desarrollo.
Pero no solo el menor tiene esta “mochila” en la que hay rupturas vinculares. La familia adoptiva tiene su propia “mochila” en la que podemos encontrar pérdidas; como el duelo por el hijo que no han tenido, o el que han perdido; o la ausencia de pareja o la infertilidad, entre otros. En esta “mochila” hay que meter también todo el proceso de adopción, ya que puede ser complejo desde el momento en el que se toma la decisión. Durante todo el proceso, los padres tienen que pasar por numerosos trámites y exploraciones psicosociales que lo hacen más extenuante.
En el momento de la construcción de la nueva familia, es necesario que los padres adoptivos hayan superado sus duelos; entonces estarán listos para poder acoger, entender, interpretar y responder adecuadamente a las necesidades que tenga su hijo.
Cuando la nueva familia es capaz de ver las necesidades que presenta el menor y de atenderlas, es posible que las dificultades que presenta en la vinculación se vean compensadas; siempre que se le proporcione la oportunidad para acomodarse a las nuevas figuras de apego.
La adolescencia en niños adoptados
La adolescencia, esta etapa tan conocida por la rebeldía, la negación de la autoridad, la crisis de identidad… que presentan los adolescentes, es un período difícil al que todas las familias deben enfrentarse; en el caso de las familias y adolescentes adoptivas hay algún añadido más.
Todas las experiencias vividas por el menor adoptado antes de la adopción son fundamentales para el desarrollo de su identidad. Como se ha señalado anteriormente, la ausencia o ruptura de la relación con la persona que se estableció un vínculo es de vital importancia para su futuro desarrollo.
Durante la adolescencia, los menores se hacen preguntas como ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo?¿A dónde quiero ir? Estas preguntas se suelen responder con la información de los primeros años de vida, con la ayuda de la familia de origen.
Los menores adoptados tienen muchas lagunas sobre la información que da respuesta a estas preguntas. Por ello, los padres adoptivos deben ayudarles a completar la información, a medida que van creciendo; también deben ser un sustento para cuando no haya respuesta a dichas preguntas porque no se tenga esa información. Deben comprender el significado que tiene para su hijo el deseo de saber sobre sus orígenes y todo lo relacionado con su historia.
Necesidad de saber del hijo y miedo al abandono de la familia
Frecuentemente ante esta necesidad del menor de saber sobre su familia de origen, nace en la familia adoptiva el miedo al abandono. Por ello es fundamental entender que aunque sus hijos quieran conocer sus orígenes eso no significa que les vayan a sustituir: necesitan información para ir desarrollándose y establecer su identidad.
Además de la falta de información sobre sus orígenes, los adolescentes adoptados se enfrentan a un sentimiento de abandono. Aunque se haya producido esta separación siendo un bebé, esa experiencia quedará registrada para siempre; la sensación de vacío, de malestar, podrá ser evocada por diferentes situaciones, a las que podrá responder mediante la agresividad y la rabia ya que no sabe de dónde viene esa sensación.
La rebeldía mostrada por la mayoría de los adolescentes puede ser especialmente característica en los adolescentes adoptados; puede haber una necesidad de usar esta rebeldía con el fin de reafirmar el vínculo que han establecido con sus padres. Es decir, necesitan enfrentarse a sus padres para comprobar que estos les siguen queriendo. Esta crisis será pasajera siempre y cuando los padres reafirmen el vínculo establecido y no tengan ese miedo al abandono tan presente.
Es de vital importancia que los padres adoptivos sean un referente seguro para los adolescentes en general; y para los adoptados en particular, por toda la carga que traen en sus “mochilas” de origen.