Normas y límites claros
Continuamente escuchamos que para educar adecuadamente hay que establecer unas normas y límites claros. Esto que parece claro puesto que cuando preguntamos a diferentes personas sobre cuáles han de ser esas normas, aparentemente todo el mundo es capaz de señalar una serie de comportamientos que se deben realizar y cuáles no. Pero si esto es tan claro ¿por qué padres, madres y profesores siguen afirmando que muchos chicos y chicas no respetan las normas? Quizá esto tenga que ver con la categorización que hacemos de las normas y en el cómo aplicamos las mismas, los límites.
En primer lugar, hemos de pensar que no todas las normas son iguales, merecen la misma atención y han de tener consecuencias de iguales dimensiones. Nada más lejos de la realidad y peligroso de aplicar. Podríamos afirmar que existen tres tipos de normas a la hora de regular la convivencia en la familia, clasificadas de acuerdo al nivel de importancia de las mismas: normas fundamentales, importantes y accesorias.
Tipos de normas
- Normas fundamentales: son aquellas que están relacionadas con la integridad física y moral de las personas, que se refieren a los derechos y valores fundamentales de la familia. Estas, han de ser pocas, claras y concretas. Además de ser innegociables y de obligado cumplimiento.
- Normas importantes: son las relacionadas con la socialización y la salud. Estas influyen en la convivencia familiar y deben ser necesarias pero han de ser un número limitados de las mismas. Hemos de considerar que su aplicación es negociable, pero no así su contenido.
- Normas accesorias: son aquellas relacionadas con el orden y la organización familiar y aunque no son esenciales, facilitan y mejoran la convivencia. Pueden ser numerosas a la vez que se puede ser flexible en su aplicación y contenido.
Los diferentes tipos de normas tienen unas características particulares pero comparten una serie de ellas comunes: han de ser claras y concretas; consistentes y seguras; coherentes; formuladas en positivo. Y, lo más importante, los adultos hemos de ser modelo de cumplimiento de las mismas. En el caso de las normas importantes y accesorias, se ha de añadir que han de ser acordadas, negociadas y razonadas; revisadas y evaluadas periódicamente, además de ajustadas a las capacidades de la persona a la que se le piden.
Uniformidad de criterios
Por muy claras, muy bien diseñadas y perfectamente aplicadas las normas en nuestro hogar, existe una exigencia de inexcusable cumplimiento con las mismas: los adultos de referencia han de estar de acuerdo en cuáles y cómo se han de aplicar las normas de cara a los chicos y chicas que componen el hogar.
No debe existir ningún tipo de fisura entre ambos progenitores. Esto también ha de ser extendido a otros ámbitos de relación como la escuela, la autoridad, etc. Padres y profesores han de mantener una misma línea de actuación a la hora de premiar y castigar, de mantener un castigo o cumplir con un premio prometido, si se proponen no hacer caso a ciertos comportamientos, o no permitir otros.
El desacuerdo puede provocar, desconcierto, desautorización de uno de los progenitores o de los educadores, puede permitirles utilizar la división para salirse con la suya y, lo que es más importante, puede ralentizar la maduración de los chicos y de las chicas.
Conclusión
las normas y los límites claros, además de facilitar la convivencia, van a ayudar a generar unos límites claros y seguros que permitan madurar de manera adecuada. A la vez van a facilitar la iniciación en un proceso de autonomía seguro.
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