De repente llega a nosotros esa noticia que nunca esperabas recibir, y para la que no estamos preparados. Por más que la repiten no parece corresponderse con nuestra realidad y las consecuencias son un giro radical a nuestra vida y a la de nuestros hijos/as.
Una enfermedad crónica. Problema de salud a largo plazo, que puede no tener cura.
Como adultos es difícil de asumir, como padres, inaudito, pues no es que te afecte a ti y a tu bien estar, es que le afecta a vuestro hijo/a, al cual cambiaríamos sin pensar el diagnóstico, ocupando su lugar para no hacerlo sufrir ni asumir cambios inevitables en su vida.
Comienzan los miedos, las culpas, la resistencia. Esto lo comparten padres/madres, hijos/as, en un principio en el mismo barco, desde la duda, el recogimiento, la inseguridad, pero poco a poco las rutas se separan, los padres/madres desde la indefensión quieren solucionar lo mejor posible la situación, disminuir riesgos y adaptarse a la nueva situación, pero los hijos/as dependiendo de la etapa evolutiva, no son capaces de comprender, de asimilar y de asumir, y se sienten solos en el barco, diferentes, limitados, y no dejan que les acompañen, niegan, apartan, asumen riesgos peligrosos.
En esta etapa fundamental, hay que comprender lo que siente nuestro hijo/a en esa situación, en ese barco que parece a la deriva, intentemos ser su timón ante la tormenta que se avecina y que es probable que no amaine. Pero cómo hacerlo si nuestro mundo también retiembla, si el miedo nos paraliza.
Los informes médicos, a pesar de la incongruencia, no tienen corazón, parecen fríos y despiadados, por ello hay que encargarse de la parte emocional más si cabe que de la física para poder enfrentarnos a ellos. Y enfrentar la nueva realidad vital.
Esto conlleva:
- Que aumente la irritabilidad, lo que dificulta la comunicación y una expresión emocional adecuada. Invitadles a expresarse libremente, pero con respeto a sí mismos y a los demás.
- Posibles problemas emocionales, como el estrés, la ansiedad o la depresión. Es conveniente abordarlos con un profesional y si está especializado en el tema mejor.
- Posibles problemas de conducta, comportamientos defensivos, agresivos, e incluso autodestructivos, sobre todo en los jóvenes. Regresiones a etapas más infantiles. Ante este cambio de conductas los padres/madres, no debéis dejar de ser firmes, pero cercanos y comprensivos. Aumentar la supervisión, no la sobreprotección.
- Afecta al estado de alerta y concentración, al rendimiento escolar/laboral.
- Disminución de la energía. Respetar su ritmo, sus tiempos para incorporarse a hábitos normales y permitidos.
- Incertidumbre, tan difícil de manejar. Es muy importante la información actualizada del estado de salud, si se ocultan datos, pueden imaginar situaciones peores a la real. Darle a conocer las limitaciones, así como las alternativas, estas últimas cuanto más creativas mejor. Todo ello para que puedan comprender su estado de salud y asumir la responsabilidad del autocuidado.
La comunicación es imprescindible para fortalecer a la familia y que la nueva situación no la desuna, crear confianza mutua, cohesión y control, aumenta la resiliencia de la familia.
Los grupos de ayuda pueden ser de gran apoyo y orientación en las primeras etapas, y más adelante, de ayuda para otras familias en la misma situación, pero en un estadio inicial.
Para no quedarse atrapado en la noticia y que todo gire solo y exclusivamente en esa dirección, es básico aumentar la autoeficacia, la calidad de vida y el apoyo social. De este modo, y pasando inevitablemente por las diferentes etapas: de negación, ira, negociación y depresión poder finalmente llegar a la aceptación de la nueva realidad.
Lo que no está en nuestras manos no podemos cambiarlo, lo que nos digamos y lo que hagamos sí depende de nosotros.
“Deja que tus esperanzas y no tus heridas den forma a tu futuro. -Robert H. Schuller”.



