La autoestima en la infancia y la adolescencia es un pilar fundamental para el desarrollo emocional y social de los menores, ya que influye en la manera en que se perciben a sí mismos, en sus relaciones y en su capacidad para afrontar los desafíos del día a día. Por ello, es esencial que las personas que acompañan a los chicos y chicas en esta etapa fomenten un entorno en el que se sientan valiosos, comprendidos y capaces de aprender de sus errores.
La autoestima se construye a partir de la interacción con los demás y de la interpretación que el menor hace de esas experiencias. Es crucial que reciba mensajes positivos sobre su valía y sus capacidades. Una manera efectiva de fortalecer la autoestima es a través de la validación emocional, es decir, reconocer y aceptar sus sentimientos sin juzgarlos ni minimizarlos. Permitirle expresar sus emociones y hacerle sentir que son legítimas refuerza la confianza en sí mismo.
También es importante evitar etiquetas y comparaciones. Cuando un niño o adolescente se siente comparado con otros, puede interiorizar la idea de que su valor depende de alcanzar ciertos estándares externos en lugar de desarrollar su propio autoconcepto.
Otro aspecto clave es fomentar la autonomía, ofreciendo oportunidades para que tome decisiones acordes a su edad y capacidades. Permitirle asumir responsabilidades y aprender de sus propias experiencias sin miedo a cometer errores es esencial, ya que estos forman parte del crecimiento.
Es importante evitar etiquetas y comparaciones
El refuerzo positivo juega un papel fundamental en la construcción de la autoestima. Reconocer los esfuerzos y logros, más que solo los resultados, ayuda a que el menor valore su proceso de aprendizaje y se sienta motivado para seguir intentándolo cuando algo no sale como esperaba. En este sentido, es relevante enseñar estrategias de afrontamiento que le permitan gestionar la frustración y los momentos difíciles sin caer en la autocrítica destructiva.
Una estrategia útil es fomentar la mentalidad de crecimiento. Ayudarle a comprender que las habilidades y capacidades pueden desarrollarse con esfuerzo y dedicación evita que interprete los errores como fracasos personales y promueve una actitud de aprendizaje constante.
Además de las interacciones en el hogar y la escuela, el entorno social también influye en la construcción de la autoestima. Es recomendable favorecer relaciones sanas basadas en el respeto y la aceptación recíproca, permitiendo que el menor se rodee de personas que le brinden apoyo y seguridad para que pueda sentirse valioso en sus vínculos.
Asimismo, la práctica de hábitos saludables, como el descanso adecuado, la alimentación equilibrada y la actividad física, contribuye a fortalecer el bienestar emocional y la percepción positiva de uno mismo. El autocuidado es una forma de reforzar el valor personal.
En definitiva, la autoestima se construye día a día a través de las experiencias, el apoyo y el afecto de las personas significativas. Es fundamental generar un ambiente en el que cada niño y adolescente pueda reconocerse como valioso, capaz y merecedor de amor y respeto.



