En el mundo en el que vivimos actualmente, saturado de pantallas, horarios interminables y tareas permanentes, encontrar tiempo para moverse puede parecer una misión imposible, pero el ejercicio físico no solo es crucial para el ámbito físico de cualquier persona, sino que es un pilar fundamental para la salud mental de niños, niñas y adolescentes.
Cuando pensamos en actividad física, lo más probable es que nos vengan a la mente imágenes de partidos de fútbol, clases de baile o simplemente correr en el parque. Pero lo que realmente está sucediendo dentro del cerebro de l@s niñ@s que se mueven es fascinante y ¡qué poco nos paramos a pensar en esto!
Durante el ejercicio, nuestro cerebro libera sustancias químicas como la dopamina, serotonina y las endorfinas, conocidas como las «hormonas de la felicidad». Estas hormonas no solo mejoran nuestro estado de ánimo, sino que también ayudan a lidiar con sintomatología asociada a la ansiedad y la depresión, que lamentablemente afectan a más menores y jóvenes de lo que pensamos.
El ejercicio físico potencia la neuroplasticidad cerebral
Además, por si fuera poco, el ejercicio físico potencia la neuroplasticidad cerebral, es decir, la capacidad que tiene nuestro cerebro para adaptarse, aprender y crecer. Y este es un factor especialmente importante durante la infancia y la adolescencia, ya que todos sabemos que se trata de etapas en las que el cerebro está en constante desarrollo.
Por estos motivos hacer ejercicio de forma regular puede funcionar como una especie de «limpieza emocional». Imaginemos que el cerebro de nuestr@s hij@s (sobrin@s, alumn@s, pacientes…) acumula estrés y tensiones diarias, ya sea por dificultades en el colegio, presión por las notas, peleas entre amigos o simplemente el cansancio que viene derivado por el simple hecho de crecer. El hecho de moverse actúa como un desahogo, ayudando a liberar esas cargas y mejorando su capacidad para enfrentar los desafíos que la vida les pone enfrente.
Además, l@s niñ@s y adolescentes que hacen ejercicio con frecuencia suelen dormir mejor, lo que a su vez mejora su humor y su capacidad para concentrarse y aprender.
Por lo tanto, parece innegable concluir que el ejercicio físico trae consigo muchos aspectos positivos para l@s niñ@s y adolescentes. Pero… ¿qué tipo de ejercicio físico es mejor? O ¿a qué edad es el mejor momento para iniciar el ejercicio? La buena noticia es que no hay una única receta, ya que lo más importante es encontrar una actividad deportiva que disfruten: puede ser algo estructurado, como practicar un deporte de equipo, o actividades más libres, como bailar en casa, salir en bicicleta o hacer senderismo.
L@s niñ@s y adolescentes que hacen ejercicio con frecuencia suelen dormir mejor
Según edades, pueden existir algunas recomendaciones: para l@s más pequeñ@s, lo ideal son juegos de movimiento (saltar, correr, trepar…); para la etapa de Educación Primaria, de los 6 a los 12 años, podría ser una buena opción practicar deportes de equipo o actividades al aire libre y, ya más adentrada la adolescencia, se podrían incluir a estas recomendaciones actividades deportivas individuales como el gimnasio.
No obstante, a veces puede ser un reto sacar a l@s niñ@s de la comodidad del sofá o alejarlos de las pantallas a las que tanto están acostumbrad@s, por lo que la labor de la familia se torna un aspecto fundamental. Por eso, aquí van algunos consejos para facilitar la tarea:
- Sé un ejemplo: si ven que tú también disfrutas del ejercicio, es más probable que lo imiten.
- Hazlo en familia: salir a caminar, andar en bici o bailar juntos puede ser divertido y fortalecer los lazos familiares.
- Elimina la presión: no se trata de ser el mejor ni de competir de forma insana, sino de disfrutar y moverse, con todos los beneficios que ya hemos visto que conlleva el movimiento.
- Crea una rutina: establecer horarios regulares para moverse puede ayudar a que el ejercicio se convierta en un hábito.
¡Pero ojo, sin volvernos locos! Aunque el ejercicio físico es fundamental, no olvidemos que el descanso y la alimentación saludable también juegan un papel clave en el bienestar global de las personas. Una rutina equilibrada, que combine movimiento, tiempo de calidad en familia y momentos de relajación es la mejor manera de apoyar el desarrollo emocional de nuestr@s menores y adolescentes.
Y no olvidemos que moverse es más que estar en forma: es una inversión en el bienestar emocional. Así que, la próxima vez que animes a tus hij@s a salir a jugar, recuerda que les estás regalando mucho más que salud física, les estás dando herramientas para crecer emocionalmente fuertes y felices.



