Estos días, en muchos rincones de España, la lluvia parece no dar tregua. Cae con fuerza, persistente, mojando calles, paraguas y rutinas. Para algunas personas, este clima gris trae consigo cierta melancolía, como si el cielo nublado también empañara el ánimo. Y sin embargo, al observar con otros ojos, también podemos ver que la lluvia —aunque incómoda— es una forma de cuidado de la naturaleza. Una pausa. Un alimento silencioso que, sin que lo notemos del todo, permite que todo vuelva a florecer.
Con la salud mental ocurre algo parecido. No todos los días son soleados, especialmente en la adolescencia, una etapa vital en la que las emociones pueden ser intensas, cambiantes y a veces difíciles de comprender, tanto para quienes las viven como para quienes acompañan ese proceso.
En la vida familiar también hay lluvias. Momentos de conflicto, de distanciamiento, de silencios que pesan o palabras que duelen. Pero igual que la lluvia es necesaria para que las raíces se fortalezcan y brote lo nuevo, los momentos emocionales más grises también pueden ser oportunidades para el crecimiento, la conexión y el aprendizaje.
ACEPTAR LA LLUVIA SIN MIEDO
A veces intentamos “proteger” a nuestros hijos e hijas del malestar emocional como si se tratara de un chaparrón del que hay que refugiarse a toda costa. Pero enseñarles que también está bien sentir tristeza, enfado o frustración —y que pueden atravesar esas emociones sin quedarse atrapados en ellas— es una herramienta poderosa para su desarrollo emocional.
Los días difíciles también enseñan. Son una invitación a parar, mirar hacia dentro y cultivar espacios de escucha, de calma, de presencia. No siempre tenemos respuestas inmediatas, pero sí podemos ofrecer cobijo emocional: estar ahí, validar lo que sienten, acompañar sin juicio.
PEQUEÑOS GESTOS QUE SON ABRIGO
En días grises, un gesto cotidiano puede ser abrigo: preparar una merienda juntos, preguntar con interés genuino cómo se sienten, sentarse a ver una película en silencio o simplemente estar cerca, sin presionar. Lo pequeño también nutre.
Además, cuidar la salud mental en la familia pasa por sostener rutinas, crear espacios de descanso y propiciar momentos de conexión más allá de las obligaciones diarias. Y por supuesto, también pasa por cuidar el propio bienestar adulto: madres, padres y educadores también necesitan su propio “paraguas emocional”.
DESPUÉS DE LA LLUVIA, BROTA LO NUEVO
La adolescencia es un terreno fértil, aunque a veces parezca inestable. Con acompañamiento, paciencia y escucha, muchas veces lo que hoy parece tormenta, mañana se transforma en un brote nuevo.
Así que si estos días todo parece más gris —fuera y dentro de casa—, recuerda: también en la lluvia hay vida. También en lo difícil hay aprendizaje. Y también en los días oscuros se prepara la tierra para que vuelva a salir el sol.



