Las prisas no son buenas, cómo dicen los mayores, sabios de la vida.
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- Prisa para hacer todo, y no dejar de hacer nada.
- Prisa por crecer, sin experimentar lo básico de cada etapa.
- Prisa comiendo.
- Prisa para conciliar el sueño.
- Prisa trabajando a diario, prisas, prisas y más prisas.
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Dejando a un lado aprender de las experiencias buenas, malas y regulares, porque pasan rápido y no paramos.
Con prisas se rompen platos, se tienen accidentes, se dejan conversaciones a medias.
Con prisas nos perdemos los detalles, saborear, oler detenidamente. Las prisas no nos permiten tocarnos lo suficiente, mirarnos a los ojos.
Nos molesta esperar en la cola del supermercado, en la parada del autobús, en la consulta del médico, cuando no responden al timbre a la primera presionamos más y más. Escuchamos los wasaps pix por dos, distorsionando hasta el tono de voz, el mensaje.
Las prisas conllevan estrés y ansiedad, mal estar en general, sensación de insatisfacción. Estar pensando en lo siguiente nos priva de disfrutar lo que hacemos en ese instante, pues la vida son instantes, pero instantes irrepetibles y con su importancia intrínseca cada uno.
Neurológicamente se ha demostrado que nuestro cerebro sólo es capaz de captar mediante los sentidos el 5% de la información que nos rodea, y basándonos en ello podemos concluir que nos podemos equivocar con facilidad en nuestras interpretaciones de la realidad. Si a ello le incorporamos las prisas, ¿qué nos estamos perdiendo? LA VIDA.
La atención nos acerca al otro, a nosotros mismos, nos conecta con la realidad para que no pase inadvertida.
Y ahora, lee despacio, incluso, relee lo anterior. Porque dedicar tiempo a lo que hacemos es indispensable. Más aún, dedicar tiempo con quienes vivimos, tiempo sin prisas. La atención genera nuevas conexiones neuronales, y nuevas posibilidades de respuesta. La atención nos acerca al otro, a nosotros mismos, nos conecta con la realidad para que no pase inadvertida.
No llegamos a todo. ¿Para qué vivir deprisa? Aprender a priorizar mejora nuestra capacidad para resolver y optimizar el esfuerzo invertido.
«La gente corre tanto, porque no sabe dónde va, el que sabe dónde va, va despacio, para paladear, el “ir llegando”…» (Gloria Fuertes).



