El humor en terapia

El humor en terapiaSin duda, acudimos a terapia por el nivel de sufrimiento que tenemos o la tolerancia al mismo. Allí exponemos nuestras dolencias, malestares, preocupaciones, ansiedades, tristezas, penas, etc.
Todos/as tenemos a nuestro juez interno o policía interior, con sus pensamientos catastrofistas, exigentes, absolutistas, tiránicos y en definitiva irracionales. Sabemos el daño que nos hace cuando le escuchamos y nos vamos dando cuenta como sus palabras y frases, que nos caen como sentencias, están construidas por voces de otros/as. Voces del pasado que en ocasiones podemos identificar en nuestros padres y madres, abuelos, maestras… tragados como introyectos implantados en nuestra infancia.  El humor implica una forma de acercarse a lo reprimido, a la moralidad extrema. No se la ataca frontalmente, pero el humor nos permite distanciarnos.
Además no hay que olvidar algo en lo cual ya Sigmund Freud insistió: “el sentido del humor tiene que ver con la flexibilización de las barreras entre el inconsciente y lo consciente, entre lo admitido y lo reprimido…”

Veamos algunos beneficios de la risa y el humor en terapia:

  •  La risa potencia el sistema inmunitario.
  •  El punto de vista humorístico de las cosas relativiza la propia percepción y permite replantearse mejor los problemas. El humor significa un triunfo del yo a pesar de lo desfavorable de las circunstancias reales.
  •  El humor es una forma de seguir en la relación, expresando lo que se siente y se piensa, pero sin el “peligro” que supondría decirlos directamente. La risa reduce una excesiva tensión y permite volver momentáneamente a un cierto control de la relación.
  •  El humor es capaz de poner a raya nuestro narcisismo y omnipotencia, dos de los peores enemigos del vínculo y de la relación asistencial empática y creativa.
  •  Criticarse a un mismo/a, reírse de uno/a mismo/a, siempre es en primera persona. Los chistes más graciosos son los que se personalizan, riéndose uno/a mismo/a y haciendo partícipes a los demás, superando con ello la vergüenza, la angustia, quitándole hierro, admitiéndolo y traspasando en parte el ego. Cuando te conoces con tus virtudes y defectos y te ríes de ellos es difícil que puedan ofenderte y reírse de ti.
  • El humor favorece el avance emocional al ir cerrando asuntos inconclusos de la biografía. Episodios desagradables que requieren ser asumidos por quien los padece.
  • La risa nos permite estar en el presente. Una risa abierta cuando es plena, es uno de los pocos métodos para conseguir no pensar, y estar en la totalidad en el ahora. No podemos estar riéndonos y pensando a la vez, cuando reímos no existe nuestra consciencia de pensamiento.
  • El humor puede ser una herramienta muy útil para descubrir lo obvio en una terapia, poniendo frente al paciente la caricatura de sus pensamientos erróneos, exagerándolos para descubrir dónde está el desajuste y poder desmontarlo. De esta manera aparecerá ante el paciente lo obvio, lo que es, aquello que no depende de interpretaciones personales, ni de pseudo-análisis.

La risa puede ser una manera de estar en contacto con uno/a mismo/a y con lo que eres y te pasa.

La risa puede ser una manera de estar en contacto con uno/a mismo/a y con lo que eres y te pasa. Verse desde fuera con nuestra neurosis, nuestras manías, preocupaciones, errores, equivocaciones, nuestras “películas mentales” y exagerarlas, ridiculizarlas y quitarles hierro. Mirarnos metiendo la pata, dándole vueltas a lo mismo, enfadados/as con nuestros miedos catastróficos y ansiedades. El asunto va más por el amor a uno/a mismo/a, la autocompasión sanadora, relajada y fuera de culpa y castigo. Verse, quererse y reírse de uno/a desde la ternura y el amor a lo que somos, a lo que representamos. Nos torturamos mucho, nos machacamos. Somos como somos, más o menos guapos/as más o menos listos/as, más o menos amables o amorosos/as, más o menos alegres…
Cuando tengo claro el amor incondicional a mí mismo/a y mi capacidad de pedir mis derechos, entonces es el momento reírme de mí y de lo que me sucede, de aceptar mis imperfecciones, mis “grietas”, de sufrirlas, de disfrutar de ellas.
Con una fuerte autoestima podré, sin problemas, jugar a perder, porque como decía El Roto en un número de El Independiente: “Tranquilos muchachos, los derrotados somos invencibles”.

Programa Recurra-Ginso

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Mauricio Contreras

Licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Experto en Psicoterapia Psicodramática con niños y adolescentes por la Asociación para el Estudio de la Psicoterapia y Psicodrama. Terapeuta Humanista Gestalt por la Escuela Madrileña de Terapia Gestalt.  Miembro del equipo del programa Recurra GINSO desde 2012. 15 años de experiencia conduciendo actividades en el ámbito del ocio y el tiempo libre con adolescente.